martes, 4 de octubre de 2011

Auge y Caída de Occidente. Introducción.

Durante los últimos diez mil años el hombre no ha sufrido, en su estructura, cambio significativo alguno. Tampoco ha surgido ningún mutante, algo así como un superhombre que viniera a reemplazarnos, como podría haber anunciado Darwin.

La especie humana en su versión social ha pasado de las cavernas al espacio en ese mismo espacio de tiempo. Aquí la evolución es evidente y sin necesidad de mutación alguna.

Oswald Spengler, allá por 1917, tuvo la vision de que la Historia Universal mostraba suficiente base para afirmar que la evolución de las grandes culturas marcaba este desarrollo de nacimiento y muerte que todas estas culturas habían sufrido y estimó la vida media de estas sociedades en un milenio. Esto era tan claro como el agua clara, sólo que no pudo ofrecer una base científica a sus ideas porque en su época el desarrollo de la ciencia que lo hubiera podido haber ayudado, quiero decir la termodinámica, no estaba lo suficientemente desarrollada. Sólo pudo aportar argumentos metafísicos que, después de unos años, fueron suficientes para dejar sus ideas casi en el olvido.

Seguramente el descubrimiento más importante y trascendental de todos los tiempos es la TERMODINAMICA. Sin embargo la termodinámica no es una ciencia que sea popular. La mayoría de la gente parece interesarse mas por lo que pasa en la galaxia de Andrómeda, a dos millones de años luz de nosotros, o una supernova que se formo a miles de millones de años luz, aunque de estos sucesos nada bueno pueda venirle.

No, la  termodinámica no es nada popular a pesar de que a esta ciencia debemos casi todo lo que disfrutamos desde hace mas de un siglo: aviones, automóviles, vapores, maquinas industriales, todas las industrias de alta producción tanto químicas como mecánicas, en resumen, todo lo que funciona con combustible o electricidad. La termodinámica puede además darnos la clave del desarrollo y evolución de las sociedades humanas, porque éstas responden perfectamente al comportamiento de los sistemas abiertos estudiados por la termodinámica de los procesos irreversibles.

Un sistema termodinámico tiene que estar compuesto por un número inmenso de individuos. No vale para comunidades pequeñas. En un sistema termodinámico tampoco cuenta lo que hagan o piensen personas o grupos minoritarios. Sólo valen corrientes generalizadas que son dominantes en toda la sociedad. En los tiempos actuales lo serían, por ejemplo, las ideas de  libertad, de igualdad, y de democracia.  Son estos movimientos los que marcan el comportamiento, las acciones y la dirección que siga la sociedad en su conjunto. Situaciones muy semejantes a las actuales se vivieron en las postrimerías de otras culturas: Egipto, Caldea, Grecia y Roma. Ahora bien, todas estas ideas y maneras de pensar no nacen por la voluntad o mandato de políticos, filósofos o pensadores. En un reloj químico, que es un experimento que se realiza frecuentemente en cualquier laboratorio de física o química, billones de moléculas del sistema tienen que comunicarse en distancias macroscopicas y actuar simultáneamente de común acuerdo. Por ejemplo, si se mezclan moléculas rojas y azules el sistema no se torna violeta sino que primero se vuelve totalmente azul, luego rojo y otra vez azul. Nadie lo creería si no se hubiera visto. Que esto pueda suceder en un sistema no vivo es lo sorprendente. Algo similar es lo que sucede en una sociedad. Para ello, el sistema tiene que estar lejos del equilibrio, recibiendo un alto flujo de energía y realizando multitud de procesos irreversibles productores de entropía. Por consiguiente, una sociedad con mucha actividad y un alto nivel de entropía desarrollará modos de pensar y de actuar específicos y muy distintos de otra cuyos niveles fueran diferentes. Naturalmente, también influye su edad. Una sociedad vieja tiene un comportamiento distinto a una joven, Piénsese en la Europa de la edad media a la actual.

El hombre tiende a considerarse a si mismo como perteneciente a una especie la cual, merced a su evolución, logró separarse de las leyes que rigen la naturaleza. Y se encuentra por lo tanto en posición de manejar esas leyes y lograr las manipulaciones precisas para transformar y producir todo cuanto se le antoje.

¿No lo prueban acaso todos los logros que ha conseguido? El hombre ha construido aviones, ferrocarriles, automóviles y navíos; puentes, teléfonos y televisores; bombas y centrales atómicas, submarinos y naves espaciales. ¿Ha habido en la naturaleza quien haya podido construir algo semejante de que se tenga alguna evidencia?

Por eso muchos científicos y escritores de ciencia ficción buscan afanosamente lo que llaman vida inteligente en otros mundos, entendiendo por esto, seres que hayan podido hacer eso que hacemos nosotros. Para ellos un cerebro, una pluma o un huevo de gallina es algo que la naturaleza construye sin precisar inteligencia alguna. Tomemos el huevo. En él están incluidos los planos y diseño para construir un ser con pico, plumas, patas, intestinos cerebro y todo lo demás que se precisa para construir un pollo. Seguramente un grupo de ingenieros e informáticos podrían colocar en un disco duro los planos para construir una fábrica compleja con naves, maquinaria, generación de energía, instalación eléctrica y demás elementos necesarios para hacer que esa fábrica funcione. Sí que lo podrían hacer. Pero el huevo lleva además todos los materiales necesarios para construir el pollo e incluye además la energía y mano de obra que serían necesarias.

Así que además de los planos de la fábrica habría que incluir todos los materiales y elementos y la energía necesaria para construir edificios y maquinas, por tanto yo afirmo que el día que esta vida llamada inteligente sea capaz de colocar todo esto en un recipiente y conseguir que de el surja la fábrica, ese día los hombres habrían demostrado que pueden hacer los mismo que hace cualquier vulgar gallina casi todos los días de su vida.

Las crisis económicas nadie las entiende. No la entienden los economistas, ni los banqueros, ni los ministros de hacienda, ni los financieros, ni los agentes de bolsa ni los de las calificaciones crediticias. Cada uno da su receta para arreglar el desempleo, por ejemplo, Las recetas son casi siempre contradictorias. Pero ninguna sirve para nada porque las causas están mucho mas atrás de donde ellos buscan.

En su momento se demostrará que las sociedades humanas, igual que todos los seres vivos, nacen, se desarrollan envejecen y mueren. Que las sociedades occidentales llevan la mayor parte de su camino andado y que lo que les falta por recorrer está, como quien dice, a la vuelta de la esquina.

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